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Relato: La chica que se sentaba en frente

Las clases de pintura eran el mejor método de empezar a conocer gente en la nueva ciudad, dejar atrás Barcelona no había sido fácil, lo único que había sido fácil de todo aquello, era abandonar Nuncanoche: la mansión familiar.



Después de una larga enfermedad, Gravity había redescubierto su habilidad y pasión por la pintura y dibujar, algo que siempre había mantenido a escondidas porque desde el momento en el que había nacido, su futuro ya estaba marcado y destinado a ser una única persona sin ambiciones y, con el objetivo de dirigir la empresa familiar, una vida sin sentido.




Para Gravity las clases de pintura eran una alegría, poder ir a un sitio en el que sentirse segura, ser ella misma, pero sobre todo descubrir muchas cosas: como la nueva tonalidad de verde que le encantaba o a la chica de la silla de enfrente, a la cual aún no la había dirigido la palabra por vergüenza, así que se había propuesto hablar con ella antes de que se acabara el mes.




Gravity llegaba tarde a la clase de pintura, algo normal en ella. Las clases de pintura era el único momento del día en el que realmente desconectaba, para colmo su mala suerte se había manifestado ese mismo día: había perdido un autobús, casi había perdido las llaves de casa y, por último, había roto un par de zapatos; sus favoritos.




Gravity se sentó en el sitio de siempre, delante de aquella chica, que era una belleza, en todos los sentidos tenía una preciosa sonrisa, pero lo más importante era una persona risueña y que alegraba a todo el mundo.




La clase estaba centrada en el dibujo de un paisaje que tuviera un buen recuerdo, que les hiciera sentir alegría, aunque lo más importante era que la transmitiera al que lo viera, pero expresar eso para Gravity era una de las cosas más complicadas de hacer.




Gravity estaba concentrada en su dibujo, sentía que aquel dibujo le transmitía paz y felicidad: el cielo en las montañas que estaba dibujando era paz pura y uno de los mejores momentos que había vivido con su hermana pequeña.




— ¿Te queda verde menta? — Era la chica que se sentaba enfrente de ella con una sonrisa enorme que le hacia sentir que el mundo se terminaba.




— Si, no lo voy a usar.




— Gracias, te está quedando muy bonito.




Gravity le dió el color; ese color no le pegaba nada en su paisaje. Los paisajes nocturnos eran su mayor debilidad y le encantaban porque se le daban genial, además que cumplía con la finalidad de esa clase que era transmitir felicidad y alegría. 

En ese momento no se podía creer que la chica que le gustaba le hubiera dicho que su dibujo era bonito y, mucho menos que le estuviera pidiendo un color, eso la estaba poniendo nerviosa, porque ella nunca había experimentado nada parecido por nadie y se suponía que debería seguir así hasta que consiguiera estabilizarse.



Los días pasaban y, Gravity seguía sin atreverse hablar con la chica que se sentaba enfrente de ella, pero al menos había conseguido averiguar algo de ella en una de sus clases: se llamaba Astrid, lo que hacia que su belleza aumentara, porque el nombre significaba Diosa de la belleza en escandinavo. Las clases de pintura estaban mejorando y cada día eran más interesantes, lo que hacia que cada vez le encantara más asistir a las clases, además de aprender muchísimas cosas que hacia años que tenía que haber aprendido, pero que no pudo por culpa de su familia.




También se había fijado en que algunas veces Astrid, había estado haciendo el mismo camino que ella, por lo que suponía que ella también le quería hablar, pero ninguna de las dos daba el paso con la otra, aquello empezaba a ser frustrante y algo constante en su vida caótica.




Necesitaba poner orden en su caótica vida antes de empezar a hablar con esa chica, porque lo único que quería hacer con ella era establecer una amistad que durara para mucho tiempo y, poder pasar el rato con ella y hacer muchas cosas divertidas para las dos, así que lo primero de todo era atreverse a hablar con ella.




Gravity se sentó al lado de Astrid en la clase de pintura porque como siempre había llegado tarde y un chico nuevo había ocupado su sitio de siempre, eso podía ser un golpe de suerte, cosa que rara vez pasaba en su vida.




— Gravity, ¿verdad?




Que Astrid le hubiera hablado nada más llegar a la clase, la había dejado sin respiración, sinceramente no había esperado que la chica con la que había compartido algunas miradas y momentos en las clases anteriores, le hablara y mucho menos por su nombre.




— Encantada – era lo único que podía salir de la boca de Gravity, porque se sentía en una burbuja en esos instantes, en los que su compañera le estaba hablando.




Astrid le sonrió, la estaba mirando y dedicando una sonrisa, algo que Gravity no se podía creer, algo que le estaba haciendo sentir mil cosas y ponerle el corazón a mil.




— Igualmente. Me alegro de por fin poder hablar contigo.




— Yo también




No se podía creer que Astrid estuviera contenta de que le hablara, igual que ella y eso era algo que hacia que tuvieran más en común, porque una parte de Gravity tenía miedo de que eso fuera mentira y, que esa chica que tanto empezaba a gustarle, le fallara como habían hecho todas las personas en su vida desde que tenía uso de razón, porque en la vida de una niña que había crecido con todo a su alcance, las mentiras y las falsas amistades estaban a la orden del día.




Los días pasaban y, la relación entre ambas chicas cada vez era más cercana y se tenían muchísima confianza. Para Gravity todo era una novedad poder tener a alguien como Astrid en su vida. En realidad nunca había imaginado encontrar a alguien que le hiciera sentir todo lo que le hacía sentir, ni que pudiera compartir momentos tan geniales con una persona tan maravillosa como ella. 




Lo que sentía por Astrid era toda una novedad para ella, necesitaba aclarar todas sus ideas respecto a los sentimientos hacia ella, porque sinceramente nunca había imaginado sentir nada por ninguna chica. Siempre había supuesto que era una persona hetero, pero con todo lo que estaba viviendo en esos últimos días quedaba claro que no lo era; se tenía que lanzar al precipicio para confirmar que esos sentimientos eran reales.




La clase de pintura de ese día iba sobre dibujar un animal en su habitat que les gustara muchísimo, así que Gravity se había decidido por dibujar unos delfines saltando sobre la superficie con un atardecer de fondo, era una de las imágenes que mejor recordaba de uno de sus viajes de pequeña.




Cuando la clase de pintura acabó, ambas chicas se dirigieron al parque al que habían estado yendo durante las últimas semanas juntas mientras se bebían un café, que había pagado Astrid, ya que la última vez que habían tomado café había sido Gravity la que había invitado y había llevado un libro para leer, así que esta vez le tocaba a ella llevar las cosas.




Estaban en el césped sentadas mientras Astrid leía el libro que había llevado, era una historia de amor entre dos chicos, lo que estaba haciendo que Gravity se armara de valor para declarar sus sentimientos y se sintiera con la fuerza suficiente. Así que, fue acercándose cada vez más a Astrid, lo bastante cerca de ella para poder besarla y mirarla a los ojos mientras la besara. 




Gravity puso una mano en medio del libro que estaban leyendo y, con todo el valor del mundo que le quedaba acerco sus labios a los de ella, besándola muy despacio y con algo de terror, porque no sabía si a ella le gustaba de verdad o si iba a pasar de ella como siempre pasaba.


Comentarios

  1. Me ha encantado, mantiene la situación hasta el final y el interés por ver como evoluciona todo no deja de crecer aunque, si se me permite un comentario de crítica constructiva, me habría gustado saber como termina todo jajajaja.
    .
    .
    PD. Las protagonistas son muy interesantes, habéis pensado en escribir la misma historia pero desde el punto de vista de Astrid y revelando ahí el desenlace???

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    Respuestas
    1. No lo habíamos pensado, pero ahora que lo dices no sería mala idea hacerlo.

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