Las clases de pintura eran el mejor método de empezar a conocer gente en la nueva ciudad, dejar atrás Barcelona no había sido fácil, lo único que había sido fácil de todo aquello, era abandonar Nuncanoche: la mansión familiar. Después de una larga enfermedad, Gravity había redescubierto su habilidad y pasión por la pintura y dibujar, algo que siempre había mantenido a escondidas porque desde el momento en el que había nacido, su futuro ya estaba marcado y destinado a ser una única persona sin ambiciones y, con el objetivo de dirigir la empresa familiar, una vida sin sentido. Para Gravity las clases de pintura eran una alegría, poder ir a un sitio en el que sentirse segura, ser ella misma, pero sobre todo descubrir muchas cosas: como la nueva tonalidad de verde que le encantaba o a la chica de la silla de enfrente, a la cual aún no la había dirigido la palabra por vergüenza, así que se había propuesto hablar con ella antes de que se acabara el mes. Gravity llegaba...